Día 1 – diario de un padre guay
Estoy buscando cursos acelerados de GTA por internet.
Es el juego preferido de mi hijo. Se pasa horas jugando solo y, a veces, online con sus amigos. ¡Que guay debe de ser!
Le gusta tanto que ni cena. Pero no es porque no tenga hambre, no, es simplemente porque no se acuerda de que tiene que cenar. ¡Ay, pobrecito!
Pues eso, que como quiero ser su colega, necesito que alguien me enseñe a jugar para compartir más tiempo con él.
Quiero que robemos bancos, saltarnos semáforos, atropellar a gente por la calle, entrar en burdeles juntos y, por supuesto, matar a todos los que nos pidan las misiones. ¡Qué bonito va a ser! ¡Qué ganas tengo! ¡Mañana empiezo mi curso!
Día 2 – diario de un padre guay
He encontrado una escopeta de perdigones de cuando tomé la comunión. ¡Vaya regalos nos hacían entonces! ¡Qué animales éramos y qué poco se preocupaban nuestros padres de nuestra educación! ¡Qué violencia tan gratuita, por Dios!
El caso es que he cogido un bote de cerveza y he empezado a dispararle.
¡Joder! Pues no se me da nada mal.
Al escucharme/verme mi hijo ha dejado de jugar –a la Play- y hemos pasado un buen rato juntos. Me ha dicho si mañana podemos repetir, le ha encantado.
Después, ha llegado mi mujer y se ha enfadado muchísimo:
que “qué valores le estás enseñando”, que si “no tienes conocimiento”, que “vaya ejemplo que le das” y que nada de repetir.
A lo mejor tiene razón.
Pues a mi me ha encantado jugar un rato con mi hijo.
Por cierto, mucha Play, mucha Play, pero le he ganado 8 a 7. ¡¡¡Toma!!!! ¡Toma! ¡Toma!